Cuando fundó su emprendimiento, Samira sabía que iba a tener que enfrentarse a los prejuicios por ser mujer. Pero no contaba con el doble desafío de la pandemia.
Por: Ricardo Scagliola | 28 de agosto de 2021
Samira, en su taller, ubicado en la ciudad de Salta, Argentina.
© ACNUR/Gianni Bulacio
Desde que comenzó a trabajar como mecánica en su país natal, Samira se venía enfrentado a los prejuicios de quienes pensaban que una mujer no tendría la misma capacidad de lidiar con los autos que un hombre. Así que cuando se le ocurrió que esa era la mejor manera de sostenerse a sí misma y a sus dos hijas en Argentina –país al cual llegó tras salir en 2015 de Venezuela, donde eran moneda corriente la escasez de comida y medicamentos – Samira sabía que sería una tarea compleja.
“No era tan fácil…. Primero, por ser extranjera. Segundo, por ser mujer. Y tercero, por venir sin nada”, recuerda Samira, de 45 años, quien desde su llegada a Salta, en el noroeste argentino, había trabajado en una playa de estacionamiento. “Pero era un sueño: teníamos que poner un taller”. Junto con Jhon, un amigo, decidió llevar el proyecto adelante a pesar de los muchos obstáculos. Para ahorrar dinero, Samira comenzó a preparar comidas y a vender ropa, además de continuar con su trabajo, lavando autos en el estacionamiento.
Samira y Jhon demorarían un año y medio hasta reunir lo suficiente para el depósito, los meses iniciales de alquiler y el contrato para arrendar un galpón. Finalmente, a mediados de 2019, nació “Multiservicios El Maestro”. Al principio, les iba mejor de lo que esperaban. Los clientes aumentaban. El mayor obstáculo al que se enfrentaban eran las pocas herramientas. Sin embargo, pudieron ir invirtiendo sus ingresos, poco a poco, en la compra de algo de lo que faltaba.
“Era un sueño: teníamos que poner un taller”.
Pero cuando el negocio parecía definitivamente encaminado, pasó algo totalmente inesperado: en marzo de 2020 irrumpió el COVID-19 en América Latina y, con él, las restricciones que hicieron que Samira y sus compañeros no tuvieran más remedio que cerrar el taller. Sin saber cuánto tiempo iba a durar la emergencia sanitaria, no les quedaba claro qué hacer, qué pasos dar. Sin autos para reparar, las facturas se acumulaban. Los números no cerraban. Pensaban seriamente en entregar el galpón, desmantelar el taller y volver a cero.
Luego de dos meses de clausura, se enteraron de una excepción a las restricciones: si colaboraban con aquellas personas consideradas “esenciales”, podrían volver a abrir en medio de la pandemia. Así fue que a fines de abril, “Multiservicios El Maestro” pasó a reparar ambulancias de emergencia, motos de policía y otros vehículos esenciales.
Desde entonces, no sólo no volvieron a cerrar sino que pretenden crecer. Para ello, el proyecto piloto “Potenciar”, promovido por ACNUR, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, los apoyó con la adquisición de nuevas herramientas. El objetivo de este programa es ayudar a actividades productivas lideradas por personas refugiadas y migrantes, apuntalando su sostenibilidad.
Samira se enteró de la convocatoria a través de la Asociación de Venezolanos. “Pensé que no iba a ser posible”, cuenta, añadiendo que quedó muy gratamente sorprendida cuando su proyecto quedó entre los 111 seleccionados. “No me lo esperaba, porque siempre fue difícil acceder a créditos o subsidios. Por eso fue una sorpresa”. El proyecto les ha permitido comprar un kit de herramientas; una caja para herramientas, un juego de tubos, un gato hidráulico y un compresor de aire con pistola neumática.
“Las personas que salimos de Venezuela somos gente preparada”.
Hay más proyectos hacia adelante. Samira sueña con una escuela de mujeres mecánicas que ayude a revertir estereotipos y también muestre al mundo la capacidad de personas refugiadas como ella: “Las personas que salimos de Venezuela somos gente preparada”.
A través del proyecto Potenciar Trabajo Autogestivo, se apoyaron 111 emprendimientos de personas refugiadas en distintos puntos de la Argentina, como ciudad de Buenos Aires, provincia de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Salta. Esta iniciativa focalizó en personas de 30 a 39 años, con un balance equitativo de género. El proyecto, que tuvo un alcance indirecto a 514 personas refugiadas, se ha desarrollado en el marco del convenio de cooperación firmado entre el ACNUR, el Ministerio de Desarrollo Social de Nación y la Comisión Nacional para los Refugiados, y ha sido implementado en estrecha colaboración con las organizaciones de la población de interés del ACNUR.
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